Delicias

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Delicias

::: Hoy se come, pareciera que estamos en un bufé amigo, susurraba mientras sus manos entraban en aquel basurero y sus acostumbrados dedos hurgaban dentro de la basura distinguiendo con avidez y selectivamente su cena.

__ Cállate estúpido o quieres que seamos nosotros la cena de los perros de Don Juan, nada más se me ocurre a mí venir con semejante idiota, le replicaba su compañero con tono bajo y mientras los ojos le gritaban.

Es que no era un barrio ordinario en el que aquellos dos indigentes estaban buscando su cena, como tampoco era cualquier basurero en el cual ellos estaban hurgando, era nada más y nada menos el barrio controlado por la mafia local y el basurero del jefe de la mafia.

Era una jugada riesgosa en aquella vida de calamidad impulsada por el hambre y sueños rotos. Para aquellos dos era una noche especial, un cumpleaños y un amigo, así que fueron al lugar más lujoso que conocían.

__ Hay que salir ya, aquí disparan primero, desaparecen al muerto y después averiguan quién era y no quiero que me pase eso el día de mi cumpleaños, así que toma lo que hayas encontrado y vámonos ya, le sugirió a su amigo que se encontraba exhorto buscando lo más fino y exquisito.

::: Espérate, que hoy vamos a comer como come el jefe de la mafia, le dijo a su compañero mientras su mano hundida en el basurero parecía haber encontrado algo curioso.

Su cara pareció haber entendido de que se trataba, pero sus ojos necesitaban verlo para salir de la duda, así que sacó su mano y con ella una extensión de otra que pareció haber hurgado en las cosas del jefe de la mafia también.

::: ¡Mierda!, exclamó en vos alta haciendo volar por los aires aquel dedo cortado mientras su cuerpo cayó al suelo debido a que quiso moverse sin avisarle a sus piernas, terminando de esta forma tan abrupta los sueños de un gato dormido a la orilla de aquel basurero, el cual asustado con aquel alborotó maulló y escapó despavorido dejándoles una muy inteligente sugerencia.

Puede que para los perros de Don Juan dos indigentes silenciosos pudieran pasar desapercibidos, pero el maullido de un gato lo oirían a un kilómetro, y más que oírlo parecía que lo habían presagiado, ya que no había terminado el gato y ya los perros estaban ladrando.

Y cuando los esos perros ladran, los verdaderos perros de Don Juan salen y también sus balas y esa noche no hubo delicias para aquellos dos.


Esta es mi entrada al concurso impulsado por la @freewritehouse (Cuéntame una historia), para saber los detalles puedes acceder mediante el enlace siguiente, (Concurso)

Invito a @saraleo y a @nanixxx



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2 comments
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Toda una historia del viejo oeste. Yo pensé que el tipo encontrarìa un dedo dentro de lo que estarìa comiendo, ja, ja, ja.

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