Fiction: The wish (El deseo) [EN/ES]

«Hendry, ¿estás listo para la fiesta de Ibeth?», Luciano preguntaba con curiosidad a su amigo.

«No sé, creo que no voy a ir. Tengo otros planes mejores». Las gafas de aumento resbalaban un poco del puente del nasal.

«No seas aburrido, Hendry. Nunca has ido a las fiestas de nuestros compañeros». Luciano daba un leve golpe con el codo a su amigo. «Además recuerda que Ibeth es la que organiza la fiesta y es la que te gusta. Tendrás una oportunidad en la fiesta para bailar con ella».

«Es que, voy a estar ocupado. Tengo infinidad de cosas por hacer». Hendry se acomodaba las gafas y se rascaba la cabeza de los nervios que le producía mentir.

«Hendry, amigo mío. Debes vivir un poco. La diversión hace parte de la vida. No puedes estar toda la vida encerrado en tu mundo, solo tenemos una vida. ¡Recuérdalo!». Luciano palmeaba la espalda de su amigo, quien mostraba un poco de desencanto.

«Está bien, pero me llevas por favor, es que no soy muy bueno socializando. Por más que quiera no puedo iniciar charlas con los demás». Hendry soltaba un suspiro al aire.

Los días pasaban rápido, y el gran día estaba a portas. Hendry sentía el peso de la presión, se había vuelto irritante y más solitario que ninguna otra ocasión. Aquella noche los nervios del hombre estaban a punto de volverse una locura permanente.

Rogaba al cielo que de alguna forma pudiera encontrar la solución a su problema, que lo tenía padeciendo casi en una agonía. Frente al televisor, Hendry estaba viendo su programa favorito y de pronto un comercial le llamo mucho la atención. «Amigo, usted que está ahí sentando con aquella preocupación o anhelo, le invitamos a llamar al número 456810 y decirnos cuál es su deseo. La gitana Loreu se lo concederá. ¿Qué esperas? Levanta la bocina y di tu deseo»

«¿Por qué no? No hay nada que perder». Pensó Hendry.

Marcó el número y de inmediato contestaron. «Buena noche, se ha comunicado con la línea de los deseos de la gitana Loreu, digamos, ¿Cuál es su deseo más anhelado?».

«Mi deseo... más anhelado... Es... Es...». Los nervios de Hendry se hacían más evidentes en ese momento. «Ser una persona que no le tema a socializar con los demás».

«Tú deseo será cumplido, al término de esta frase, ”Serás una nueva persona, a partir de ahora"». Luego la llamada se cortó intempestivamente y un sonido constante empezó a sonar por la bocina.

«Esto es una gran estafa». Pensó y luego se fue a la cama para descansar.

La alarma del reloj sonaba y Hendry se levantaba como cualquier otro día, después recordó la fiesta de Ibeth. La angustia volvía a atormentarlo y pensó en no asistir a la fiesta. Alguna escusa debía inventarse para librarse de aquel compromiso.

Las horas corrían y la noche llegó irremediablemente. Hendry estaba recostado en su sofá, cuando su celular sonó insistente. Él ignoraba las llamadas, hasta que el sonido agradable del timbre lleno el apartamento. Desde fuera de escuchaba a Luciano, «Sé que estás ahí, abre la puerta».

Ante la insistencia de su amigo, Hendry no tuvo más opción que abrir la puerta. «Hola, Luciano. Disculpa es que me estaba bañando. Jaja».

«Claro, cómo no. Vine porque tú dijiste que querías que te acompañe a la fiesta. Soy hombre de palabra y aquí estoy». Luciano levantaba su mano derecha hasta su pecho.

«Es que no estoy muy de ánimo. Ve tú a la fiesta, será para la próxima». Hendry sonreía tímidamente.

«Nada de eso, Hendry. Vine hasta aquí por ti y ahora te vas a cambiar de ropa. Te pondrás muy elegante para ir a la fiesta de Ibeth. Además ella me dijo que esperaba que fueras».

Hendry abrio los ojos al máximo de sus cuencas y se fue rápidamente a buscar algo apropiado para la fiesta. De entre su ropa había un esmoquin de color negro, camisa blanca y un elegante corbatín.

«¿Cómo luzco?». Hendry alzaba los brazos y mostraba su atuendo.

«Excelente, Hendry. Vamos corriendo que se nos hace tarde». Los dos hombres corrían hacía el auto, y el motor rugía ferozmente atrayendo las miradas de la gente que pasaba por las calles.

Llegaron al sitio de la fiesta, y las luces de colores salían del lugar, invitando a los hombres a seguir. El salón estaba a media luz, pero se podía mirar la bella decoración de las mesas con tela blanca, un escenario para el grupo musical y camareros elegantes sirviendo las bebidas y los pasa bocas.

Al entrar, Ibeth les daba la bienvenida a los dos hombres. Hendry miraba a aquella mujer vestida de un bello rojo, deslumbrante, un escote sobrio y la falda que le llegaba hasta las rodillas. Para Hendry era un deleite ver a tan escultural mujer, tanto que no podía pronunciar palabra y solo pudo esbozar una tímida sonrisa.

«Sigan muchachos, bienvenidos a la fiesta. Espero la pasen muy bien». Ibeth daba un abrazo a los dos hombres.

Hendry y Luciano buscaron un lugar donde sentarse, para disfrutar de la fiesta. Una voz familiar de escuchaba al fondo. Luciano reconocía a su amigo y lo iba a saludar, mientras tanto Hendry se quedaba solo, entre aquellas personas desconocidas.

Después de unos minutos, Hendry estaba muy aburrido tanto que pensó en irse, así que empezó a buscar la salida entre las tinieblas que cobijaban el lugar. Miró la salida y se encaminó hacia ese punto, en ese instante se topó con Ibeth, quien lo miraba y le decía, «Hola, Hendry. ¿No me digas que ya te vas?».

Hendry abrumado por la bella de la mujer solo pudo hacer un gesto negativo con la cabeza, luego se recompuso y pronunció algunas palabras, «Solo buscaba el baño».

«Ah. Disculpa la fiesta está muy aburrida, pensé que iba a estar genial, pero se está yendo al fracaso». Ibeth agachaba la cabeza.

«No, no, esta divertida. Jaja. Dale tiempo».

«Espero que así sea, Hendry». Ibeth tomaba dos copas de vino y le ofrecía. «Toma para que refresques la garganta. Jaja».

Hendry nunca había tomado vino, pero recibió de muy buena gana la copa, la tomó y luego otra más. Aquellas burbujas picantes se escurrían por la garganta y sintió que quería bailar. Tomó a Ibeth por las manos y empezó a mover los pies como nunca antes.

En unos instantes todos los asistentes empezaron a mirar a la pareja danzando tan alegremente, que la fiesta se hizo más animada. Hendry empezó a ser el centro de atención y todos aclamaban al alegre bailarín que danzaba como una abeja sobre una flor.

Hendry e Ibeth seguían bailando estaban como en una hipnosis, mientras contagiaban a todos a su alrededor para que se pusieran a bailar. Al finalizar la grandiosa fiesta Ibeth, daba un beso a Hendry. «Gracias, galán, por hacerme pasar una noche estupenda y hacer de la fiesta todo un éxito. Este es mi número. No olvides llamarme».

Luciano felicitaba a Hendry por aquella estupenda noche y luego se ofreció llevar a su amigo a la casa. «Que noche tan emocionante, eh. Conquistaste a Ibeth y fuiste el alma de la fiesta, que parecía ser aburrida».

«Todo fue debido a un comercial que vi en la televisión. Era sobre los deseos». Hendry encendía el televisor, pero no había señal de los canales.

«De que hablas, amigo. Aun estás ebrio, mira el cable está desconectado. Jaja. Vete a dormir mejor». Luciano salía del apartamento.

Hendry miro el cable desconectado y se quedó pensando. Luego escuchó el eco de una risa en el apartamento. «Jaja...».