Fiction: One last hope (Una última esperanza) [EN/ES]

Ernest soltaba una gran bocanada de humo al aire nocturno. La blanca nube de nicotina se llevaba parte de la desesperación e impotencia que sentía su corazón. Tiraba la colilla de cigarro con una furia contenida y que estaba a punto de estallar como una bomba.

Llegaba un taxi que era bañado por unas suaves gotas que acariciaban el metal amarillo. La puerta se abría con rapidez. Una mujer salía corriendo con un suave y casi torpe andar. Se acercó hasta Ernest. «Hola, Ernest. ¿Cómo está todo?». Los labios carmesí de la mujer bailaban en el diálogo abierto.

«Todo sigue igual, Sara». Los ojos de Ernest se hacían esquivos ante la mirada de la mujer.

«Oh, mi Dios, ¿qué haremos ahora?».

«Solo debemos esperar y estar preparados». La Voz de Ernest se quebraba por momentos en un ahogado sentimiento.

«¿Cómo puede ser? ¿Acaso ya dieron todo por perdido?», Sara se entregaba a los brazos del hombre buscando refugio a su dolor creciente. «Maldita sea, Ernest. ¿Por qué nos pasa esto a nosotros?». El suave maquillaje quedaba estampado en el saco de paño negro de Ernest.

«Entremos, hace frío y parece que la lluvia va a caer». Ernest pasaba el brazo por los hombros de Sara y entraban hacia el hospital.

Los fríos pasillos blanquecinos daban la bienvenida a la pareja angustiada. Las expresiones frías y de desconsuelo seguían con las miradas a Ernest y Sara. Las luces blancas iluminaban a los dos cuerpos tristes que se movían con lerdos pasos, cargados con miedo y angustia.

La pareja tomaba el ascensor que los llevaría hasta el origen de su antagonista destino. La pantalla mostraba el número 7 y las puertas se abrían mostrando una infinidad de puertas y ventanas en líneas paralelas. El piso frío de mármol, recibía los pasos discordantes de la pareja.

Ernest y Sara llegaron hasta la habitación donde estaba la madre. Un doctor alto y delgado se dirigía a la pareja. «Buenas noches, Soy el doctor Karl. Me imagino que ya saben que su madre sufrió una lesión cerebral traumática grave, esto hizo que ella entrara en estado de coma. Realmente no sabemos si despertará y cuando lo hará. Por otro lado su corazón también fue afectado en el accidente de auto y tratamos de controlar cualquier falla de este. La condición de su madre es crítica y no damos muchas esperanzas».

«No puede decirnos eso, debe hacer más, es mi madre de la que está hablando. No puede cruzarse de brazos». Sara golpeaba con los puños en el pecho del doctor, en tanto las lágrimas fluían sin parar por sus ojos color miel.

«Sara, Sara, cálmate, por favor». Ernesto tomaba a la mujer de los brazos y la apartaba del doctor.

«Lo siento es todo lo que podemos hacer en estos momentos. Deben entender la gravedad de la situación y esperar lo peor». El doctor daba media vuelta y con la cabeza gacha se retiraba de la habitación, la cual se había llenado de tristeza e impotencia.

Ernesto y Sara se abrazaban con fuerza y las lágrimas caían si parar hacia el suelo blanco con manchas grises. «Ernest, dime que nuestra madre estará bien. Te lo suplico». Sara estaba fuera de sí y deliraba con un sueño de fantasía.

«Por favor, Sara, contrólate. Ahora más que nunca debemos estar unidos y con la esperanza intacta a pesar de...». En ese momento, las máquinas empezaron a sonar intensamente. Una alarma se disparó y en cuestión de minutos el personal médico se hacía presente en la habitación.

El doctor Karl corría presuroso, sus pasos eran diligentes y su cabello negro ondeaba en la brisa melancólica del hospital. Miró a Ernest y Sara e inmediatamente mando a sacarlos. Una enfermera corría hacia ellos y los invitaba a salir con un sonrisa cordial, pero preocupada. «Por favor, deben salir hasta que controlemos la situación. Les estaremos informando cualquier novedad».

Los hermanos salían del lugar entre lágrimas de desesperación, en tanto, la habitación se envolvía en ruidos casi fúnebres, casi melancólicos. El desfibrilador se paseaba por el pecho de la mujer, mientras soltaba las descargas eléctricas. Después de todo el ajetreo hubo silencio, un silencio que se vivía en la desesperación conforme pasaban los minutos.

Sara se aferraba a Ernest y no paraba de llorar y suplicar, mientras, él solo estaba con la mirada perdida, navegando entre miles de ideas que martillaban su mente. Luego de unos minutos, que parecieron horas, salía el Doctor Karl. Sus ojos castaños reflejaban una tranquilidad inagotable, se paró frente a ellos con una frialdad casi de ultratumba y les dijo, «Por el momento su madre está fuera de peligro, pero su condición sigue siendo reservada. Dentro de unas horas pueden entrar a verla».

Los hermanos asintieron con la cabeza y esperaron a que las manecillas del reloj se movieran rápidamente. Los dos estaban en ese asiento de cuero vino tinto, viendo pasar la vida que se iba con el paso de los minutos. Después de pasado un tiempo, una enfermera les habló, «ya pueden pasar».

Sara y Ernest pasaron rápidamente a la habitación y vieron a su querida madre conectada a todas esas máquinas. Sara se arrodillaba y tomaba la mano de su madre, no paraba de llamarla para que volviera. «Mami, mami, por favor, vuelve».

Ernest se acercaba a la madre y acariciaba su cabello decorado con algunas canas. Luego él soltaba algunas lágrimas que caían sobre el rostro avejentado por el paso del tiempo y luego decía. «No perdemos la esperanza de volverte a ver sonriendo, mi querida vieja».

«Es tiempo de que salgan, les estaremos informando sobre el estado de la paciente». El Doctor Karl invitaba a salir a los hermanos.

Sara y Ernest se tomaban de las manos y mientras salían una voz se oyó, «¿Por qué se van?». Los hermanos y el doctor sorprendidos regresaron la vista a la madre que volvía en sí.

«¡Milagro!», gritaron.

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

The text of this post was originally translated from Spanish to English with the translator DeepL
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