En las gradas, mientras caminaba de un lado a otro, Jesús miraba el juego. Su equipo iba perdiendo, pero él disfrutaba cada jugada, cada tiro de esquina, cada balón perdido. Instintivamente, movía la cabeza y los pies con cada tiro como si fuera él el que llevara el balón hasta la portería.

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Con su camiseta azul, del Paris Saint-Germain, Jesús iba y venía a cada llamado de algún cliente. Si nadie lo requería, Jesús se quedaba parado disfrutando del partido. Recordaba que cuando niño quería ser como Pelé o Maradona, luego también quiso ser como Zidane, pero ahora quería ser como Mbappé, tal vez porque el color de ambos era parecido o tal vez porque, al igual que el jugador francés, era hijo de inmigrantes, quienes, a diferencia de los padres de Kylia, no habían podido sacar a su hijo adelante y se habían convertido en prófugos de la sociedad.

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Ahora Jesús, sin importar su edad, sus dolores en las piernas, su pelo canoso, se imagina que es sacado en hombros por sus compañeros de equipo. Imagina que las gradas se levantan ante su jugada magistral, mil veces practicada, frente al arco. El público lo ovaciona de pie y corea su nombre, mientras el gol impresionante e indetenible es la delicia de los locutores. Entonces, Jesús sonríe y se emociona, mientras va de un lado a otro, pero no detrás del balón, sino vendiendo bolsitas de maní salado que vende por docenas.

HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS

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Dreaming of being Mbappé
In the stands, as he paced back and forth, Jesus watched the game. His team was losing, but he enjoyed every play, every corner kick, every loose ball. Instinctively, he moved his head and feet with each shot as if he were the one carrying the ball into the goal.

Wearing his blue, Paris Saint-Germain jersey, Jesus came and went at every call from a client. If no one required him, Jesus would stand around enjoying the game. He remembered that as a child he wanted to be like Pelé or Maradona, then he also wanted to be like Zidane, but now he wanted to be like Mbappé, maybe because the color of both was similar or maybe because, like the French player, he was the son of immigrants, who, unlike Kylia's parents, had not been able to raise their child and had become fugitives from society.

Now Jesus, regardless of his age, his aching legs, his graying hair, imagines being carried out on his shoulders by his teammates. He imagines the stands rising at his masterful play, a thousand times practiced, in front of the goal. The crowd gives him a standing ovation and chants his name, while the impressive and unstoppable goal is the delight of the announcers. Then, Jesus smiles and gets excited, while he goes from one side to the other, but not behind the ball, but selling bags of salted peanuts that he sells by the dozen.