Semana de excusas - Mi participación en "Cuéntame una historia"

Abejita trabajando

Jeremías tuvo otro día de mierda en el trabajo, pensó que mejoraría al finalizar su jornada porque era día de pago, pero fue menos de lo esperado y eso terminó de agriarle la semana. Su jefe justificó los descuentos diciendo que había perdido el bono de puntualidad, al llegar tarde más de tres días esa misma semana. Al desgraciado, le había importado un comino que le robaran la bicicleta el lunes y sí, había llegado 30 minutos tarde el lunes, con el pantalón roto y un moretón en la cara, pero había ido después de que unos malvivientes lo emboscaran, lo tiraran de la bicicleta y le dieran una paliza para robársela. ¡Joder, pero había ido! Pero según él, el martes también había llegado tarde. Resulta que Jeremías, acostumbrado a moverse en bicicleta y adolorido por la paliza del día anterior, calculó mal el tiempo del traslado, llegando 3 minutos después de la hora de entrada y el tirano no podía dejarlo pasar.

Sí, toda la semana había sido una mierda para él. El miércoles amaneció sin agua en su apartamento por una falla en la bomba del edificio, pero llegó puntual al trabajo. Mientras camina apresurado ese día (en el que no desayunó debido al inconveniente del agua), se preguntaba si no le habría caído alguna maldición o mal de ojo, porque aquella semana estaba siendo de muerte lenta. Fue entonces cuando recordó que el sábado anterior una señora extranjera lo había insultado en su idioma por cobrarle las bolsas plásticas para la compra. ¿Lo había dejado maldito aquella señora?

El jueves, su apartamento amaneció inundado. Habían restablecido el agua, pero la presión hizo explorar una tubería. El conserje no aparecía y se tuvo que ir al trabajo dejando un montón de vecinos enojados porque el agua se estaba filtrando a sus apartamentos. Ese día llegó 20 minutos tarde, pero para su jefe aquello no eran más que excusas. Tuvo que apagar el teléfono porque no paraban de llegar quejas de los vecinos y el condominio, pero ya no quería más problemas con su jefe. Y cuando llegó a casa, tuvo que pedir disculpas como a 10 personas y ofrecerse a pagar daños por los que no tenía culpa alguna, pero no había estado ahí para remediar el problema rápidamente, así que se sentía culpable.

El viernes no fue más tranquilo. Estaba cansado y ojeroso por pasar la noche limpiando los estragos de la inundación, pero llegó incluso antes de la hora para evitar problemas. Una clienta hizo un drama en su caja, en el supermercado, porque (según ella) en todos lados la comida para perros costaba 20% menos que allí. El gerente tuvo que acercarse a ver que pasaba y hasta lo regañó por no haber controlado la situación.

Finalmente, el sábado empezó mal, en el momento que el bus en el que iba se accidentó en una zona en la que era muy difícil agarrar otro y aun cuando hizo el gasto de pagar un taxi, llegó 10 minutos después de la hora de entrada. Para sazonar su día, un cliente llevaba una niña revoltosa que se vomitó mientras él cobraba la compra de su papá. El pobre se preguntaba que mal karma estaba pagando y casi se pone a llorar cuando vio la transferencia de su pago. Al menos el domingo era su día de descanso.

Jeremías llegó a su casa molesto, cansado y triste. Dejó los zapatos tirados cerca de la puerta y se puso cómodo. No quería cocinar, así que comió pan solo, ya haría mercado después, se aseguraría de gastarse el sueldo con la competencia y ese pensamiento lo hizo sonreír (quizá la primera sonrisa auténtica de la semana). Recordó que tenía un cigarrillo verdecito que le regaló un amigo hace tiempo, pero como él no usaba esas cosas lo había dejado olvidado por ahí. Pensó que sería buena idea relajarse con eso, que sería una buena canción de cuna para dormir. Lo encendió y se ahogó un poco con el humo, le supo amargo y desagradable, pero no lo dejó. Se olvidó del trabajo y los problemas... se quedó dormido. Esa noche soñó que volaba sobre el mar, sobre el bote de un pescador solitario que se quemaba al sol, sobre tiburones que acechaban a un hombre que nadaba para alejarse de una isla en la que un volcán hacía erupción. Vio más de cerca al hombre que huía desesperado de la isla, y se asustó. Despertó vomitando y mareado. El hombre de su sueño permanecía en su cabeza, él era ese hombre.

isauris en hive - separador azul

Luchando con los problemas de internet y los bloqueos creativos escribí este relato para "cuentame una historia", si quieren saber más de este reto les dejó aquí el link a la convocatoria, además invito a @gerneth96 y @nancybriti1 para que nos cuenten algo esta semana.

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Imágenes de mi autoría tomadas con teléfono Motorola Edge 30 Neo, editadas en Snapseed y Foto Collage-GridArt.



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3 comments
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Guao! Fabulosa historia, me encantó demasiado. Tiene tantos elementos de la cotidianidad, que bien podria ser la lectura en un diario personal, de un espacio de tiempo dificil de cualquer hanitante de este planeta. Realmente excelente.

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¡Muchas gracias! Me emociona su comentario.

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